A veces, cuando crees tocar el cielo...

... y en realidad tan solamente estás a unos cuantos kilómetros bajo suelo.


Te despiertas uno de esos días pensando que tu vida es normal, tu forma de ver las cosas es normal, tus pensamientos son normales; pero no, en realidad todo eso es subjetivo, y ni tu vida es normal, ni tu forma de ver las cosas es normal y ni tan siquiera tus pensamientos son normales. 


Es en ese momento cuando te das cuenta de por qué todo lo que has vivido te parece tan poco, tan insignificante; tanto, tan intenso... Es en ese preciso instante cuando empiezas a intentar encontrar salidas imposibles, soluciones a todos aquellos problemas que desde hace tanto te hacen la vida diferente.


Lo peor de todo es darte cuenta de que tú sola no puedes, y lo peor de todo... Que la persona que lo hacía posible desapareció hace ya un tiempo para no volver jamás. Pero no, eso aún no es lo peor de todo, lo peor de todo es hacerte a la idea de ese pensamiento que hace aún más daño, sí, no volverá jamás, ya no...


Y no, eso no es lo peor del todo todavía... Lo peor de todo es que no es la única persona que se ha ido para no volver jamás, con el pequeño matiz del alma, ya que su alma expiró hace un tiempo para no volver jamás, para no volver a saber nada más de ella, para no volver a ayudarme nunca más, para no volver a ejercer el papel que ejerció sobre mí hace tan sólo ocho años... Para no volver a enseñarme nunca más esas lecciones sobre la vida que tan útiles me han resultado hasta ahora.


No, la verdad es que ni mi vida es normal, ni mi forma de verla es normal y ni tan siquiera mis pensamientos son normales, pero me basta con saber que tengo razones para no tenerlos y muchos más motivos para seguir hacia delante aún no teniendo lo que necesito, necesitaba y necesitaré.

Y qué si le echo de menos, si ya no se puede hacer nada...